
He encontrado un documento muy interesante que aborda el caso Delphi y hace una reflexion sobre el porque de la deslocalizacion de las industrias. El articulo es bastante extenso e interesante, adjunto el link para echarle un vistazo:
http://www.corrienteroja.net/articulo.php?p=3610&more=1&c=1
Procedo a copiar y pegar partes que me han gustado (bueno gustado y disgustado):
Países Salario bruto anual Países Salario bruto anual
Alemania 39.440 Polonia 7.172
Francia 37.319 Hungría 5.870
España 17.873 Eslovaquia 4.582
Grecia 16.278 Bulgaria 1.587
Fuente: Informe expediente DELPHI. Gabinete Confederal CGT
La externalización. Si se pueden dividir las tareas en sus partes componentes, está claro que no hace falta que todas ellas las haga la misma empresa. Una empresa puede contratar a otras para que realice algunas tareas, en el mismo país o en país diferente. E incluso puede organizarlo todo para que las piezas necesarias lleguen a otra empresa sólo en el momento que hagan falta –es lo que se llama just-in-time- de forma que las empresas ahorren en stocks y almacenaje trasladando los almacenes a las empresas proveedoras, que asumirán el riesgo. Precisamente DELPHI es una empresa que produce muchos de sus productos no para la venta directa, sino principalmente para las grandes empresas de automóviles; es decir, éstas últimas han externalizado la fabricación de muchas de sus piezas, a otras empresas, de las que DELPHI es una. Así mismo DELPHI subcontrata partes de sus procesos a otras empresas generándose una atomización de la producción pero cuyo control está cada vez en menos manos. A menudo también las empresas utilizan la partición de la empresa empresas más pequeñas (divisiones) de manera que con la excusa de la especialización se mejora el control y se divide a los trabajadores en unidades más pequeñas.
La subcontratación. Esta externalización permite la subcontratación. Es decir, una empresa contrata a otra para que bajo sus diseños y sus instrucciones realice las piezas o las operaciones que la primera necesite. A menudo, la empresa contratada trabajo sólo para la contratante, con lo que su dependencia de ésta es total, la subcontratada es poco más que un taller de la contratante. Por una parte, la primera empresa puede exigir mucho en las condiciones para la contratada, ya que es su único cliente; por otra parte, si la primera no le contrata, a la segunda no le queda más remedio que cerrar. Esto hace que normalmente en las subcontratas las empresas contratantes logren los productos a precios más bajos que si las hubieran producido ellas, muy a menudo por una presión muy fuerte a la baja en los salarios de las empresas contratadas. La subcontratación permite también diluir las responsabilidades de la empresa principal, hasta el punto que los trabajadores realmente no sepan quien es su verdadero patrono. Lo que está dando lugar a grandes problemas sobre todo en caso de accidentes de trabajo.
La deslocalización. Con las tecnologías actuales, parece que cualquiera de estas modalidades se puede llevar a cabo en cualquier lugar. Por lo que las empresas con una cierta dimensión se dedican a estudiar como podrán organizar su producción de la forma que les produzca más beneficios combinando las posibilidades que les ofrece el mundo entero, trasladando sus plantas a donde la mano de obra tenga salarios más bajos, cotizaciones laborales menores o una mayor ‘disciplina’ laboral, o los recursos productivos (impuestos, materias primas) sean más baratos, o haya menos controles al capital (regulaciones ecológicas). Este traslado a otros países con costes más bajos es a lo que llamamos deslocalización.
En la actualidad la producción y el intercambio de los bienes y servicios necesarios para nuestra existencia individual y colectiva se realiza bajo el capitalismo. Que consiste en una forma de organización de la sociedad que supone que unas pocas personas, que son las propietarias del capital, tienen ya o deciden montar unas empresas para producir lo que la sociedad va a consumir y obtener con ello un beneficio para sus capitales. El producto que surge de la empresa es legalmente propiedad de los capitalistas, que lo venden para obtener el beneficio deseado. La obtención del beneficio para el capital es el objetivo principal del capitalismo y, por tanto, del establecimiento de las empresas.
Las empresas son las unidades básicas del sistema, las organizaciones primarias dentro de un sistema complejo de producción y distribución de la riqueza cuya función es siempre conseguir unos beneficios que les permitan acumular constantemente más y más capital y reproducirse en el tiempo.
En este proceso, la capacidad de decidir pertenece totalmente a los propietarios y directivos de la empresa. Los propietarios de las empresas y las direcciones de las mismas (que no son siempre las mismas personas) son quienes organizan las empresas, compran los medios de producción y contratan a la fuerza de trabajo como si fuera una mercancía más. Deciden, qué producir, cómo producir, y donde producir. Los trabajadores, aunque son el factor clave y determinante de la creación de valor en todo el proceso productivo, tienen que aceptar estas decisiones y limitarse a realizar el trabajo que los empresarios les encomiendan. Para eso les contratan. Lo que los trabajadores pueden exigir, es sólo que les paguen el salario contratado y se cumpla la normativa legal en el ámbito laboral.
El sistema legal existente, base del capitalismo, convierte así en propiedad privada los conocimientos acumulados durante décadas, las tecnologías, las formas de organización, muchos de los recursos que en su conjunto se han generado de una forma social y pública. Valiéndose de un elaborado sistema legal, basado en el derecho a la propiedad privada, con la ayuda de las patentes marcas y otros procedimientos, convierten la acumulación de progreso humano que se genera socialmente y es público en factores de producción privado, pasando a ser el producto obtenido legalmente propiedad del capitalista.
La lógica del capitalismo es la que sigue: Los capitalistas, porque son propietarios del capital, toman las decisiones y contratan la fuerza de trabajo que les permite obtener un beneficio. Al hacer esto, afirman que los trabajadores ‘salen beneficiados’ pues logran un empleo con el que obtienen el salario que les permite comprar los bienes que necesitan para vivir. Dicen que, mediante el salario, los trabajadores pueden comprar aquello que necesitan o desean, de forma que la actividad de la empresa es como si se desparramase en toda la sociedad. Hasta le llaman la ‘economía del goteo’. Según esto, el circuito es perfecto: Los capitalistas obtienen su beneficio y esto proporciona empleo a los trabajadores. Si los capitalistas obtienen más beneficio, reinvertirán lo que obtienen para obtener todavía más beneficio y habrá más empleo para los trabajadores. ¿Qué más se puede pedir? Este planteamiento y no otro, constituye la lógica esencial del capitalismo. Para que haya más empleo tiene que haber más beneficio. Y aquí está el meollo de la cuestión: cuando los directivos de una empresa piensan que pueden obtener más beneficios en otro lugar tienen el derecho legal de poder marcharse.
Las autoridades públicas de los países ricos pueden exigir a las empresas por ley que cumplan algunas normas respecto a la seguridad, higiene y otras condiciones de trabajo, como la duración de la jornada, pueden exigir a la empresa que paguen algunos impuestos, y más recientemente, que cumplan algunas normas ambientales, pero los niveles de exigencia no son iguales en todos los países. Pero no tienen ningún derecho a incidir en ninguna otra la actividad normal de la empresa. Las autoridades ponen unas normas respecto a unos aspectos limitados, y, en tanto en cuanto éstas se cumplan, en todo el resto no tienen derecho a inmiscuirse. Hay que tener en cuenta, además, que estas normas legales que la empresa tiene que cumplir, existen gracias a la presión de los trabajadores que a través de muy duras luchas han obligado a los estados a que obliguen al cumplimiento de estas normas. El nivel de derechos sociales conquistados por los trabajadores cambian notablemente según las zonas geoeconomicas y la historia del movimiento obrero de cada sociedad. Pero estas normas son las que son y ahora no existen normas que obliguen a las empresas donde, cómo y qué producir. Al contrario, toda la filosofía económica de los dirigentes económicos y políticos del mundo es que las empresas tienen que tener el máximo de libertad para sus operaciones. Asimismo, es preciso no olvidar lo que supone la naturaleza del estado, cuya función principal es garantizar las condiciones de acumulación en cada país, así como el poder que tienen las grandes corporaciones para moldear los aspectos fundamentales de las estrategias de política económica de las autoridades públicas
Actualmente el sistema capitalista es mucho más complicado que todo esto: es sabido que el capital productivo ya no consiste sólo en empresas sencillas, como acabamos de describir, sino que se han ido desarrollando redes de empresas transnacionales con relaciones muy complicadas entre sí (sobre las que volveremos más adelante); por otra parte, no todo el capitalismo sigue la misma línea del capital productivo, sino que existe también el capital comercial y el capital financiero que siguen sus propias intereses, a veces conflictivos con los del capital industrial. Debido a muchos factores históricos, políticos y sociales, ambos se han desarrollado mucho, particularmente el capital financiero que es ahora el que controla y domina el mundo capitalista. Pero toda esta enorme complejidad, que no vamos a describir aquí, no altera la sustancia de las relaciones básicas que vamos a intentar explicar. No obstante, es importante tener en cuenta que las empresas se mueven ahora en este complicado mundo dotadas de una flexibilidad de acción que las hace más resistentes a la acción de los agentes sociales.