
Siempre que viajo a Bilbao me hospedo en el casco viejo, zazpi kaleak o siete calles, como quieran llamarlo, y siempre paseo (con él) por todas las calles de la ciudad y cono no, bajamos por la calle del mercado acompañando a la Ría. Cada vez que voy me parece más bonito.
La última vez que fuimos compramos chorizo de pamplona para hacernos un bocadillo y acompañar aquel litro de cerveza.
Me gusta mucho ver su fachada y dicen que es el más grande del mundo, y me lo creo porque a mi se me antoja como un gigante amarillo que siempre me recuerda donde estoy.
Espero que la próxima visita no tarde en llegar. A mi (y a él) siempre nos quedará Bilbao.