Soledad, ayudas a tu prima tristeza,
a que siempre me ponga la mesa
y dice que se queda a cenar.
Tristeza, invitas a tu hermana pereza,
y a ella que todo la da igual
no dice si se viene o se va.
Y yo que estoy acostumbrado a vosotras,
a que siempre me cerreis la boca,
a que siempre me ponga a llorar.
Me resigno, y brindo esta noche con vino,
y digo que si venis conmigo,
al menos me dejeis respirar.